La conquista del pueblo cristiano de Malula por las fanáticas bandas islámicas de Al Nosra, que casi coincidió con la condena del Papa de la guerra, ha causado un profundo efecto en Siria. Malula, pintoresco pueblecito a setenta kilómetros de Damasco, con sus blancas casas, azules o malvas, adosadas a su angosto cañón es sede de iglesias griegoortodoxas, y griegocatólicas, capillas y ermitas, centro de fervorosas peregrinaciones, muy visitada por los turistas, lugar donde el arameo, lengua de Cristo, no es una parla muerta sino viva que hace algunos años ya podía aprenderse en la escuela.
Malula y Sednaya eran símbolos del cristianismo de Siria, además de las llamadas ¨ciudades muertas¨ de Alepo. Su toma refuerza las posiciones rebeldes al norte de la capital. Casi todos sus habitantes entre los que también hay musulmanes, fueron ahuyentados por los combates entre los milicianos vinculados a Al Qaida, y los soldados que se replegaron en sus alrededores.
Muchos de los atacantes eran tunecinos, libios, marroquíes, incluso chechenios. Según han contado algunos lugareños, los guerrilleros amenazaron decapitarles si no se convertían al Islam. Malula era ejemplo de coexistencia entre ambas comunidades religiosas, las fotografías de su abrupto paisaje son temas de postales de valor artístico. Recibí una de ellas de la embajada siria en Madrid, como felicitación de las fiestas navideñas. Ante la indiferencia europea, se acumulan catástrofes sobre esta minoría que es una décima parte de la población. Algunas noticias como la explosión en el patriarcado armenio de Bab Tuma, apenas trascienden las fronteras. En junio combatientes de El Nosra asesinaron al anciano franciscano François Murad y dos feligreses, después de haber incendiado el convento de Gasanieh, cerca de Homs, ¨capital de la revolución¨.
La Custodia de Tierra Santa de los franciscanos está muy arraigada en Jerusalén, Siria y El Líbano. Su sede principal es un edificio de la calle de Bab. Desde hace años el padre Romualdo Fernández vive en la ciudad. Aún continúan secuestrados dos obispos de Alepo, raptados la pasada primavera, el griego ortodoxo Bulos Al Yazigi, hermano del patriarca, y el sirio ortodoxo Yohana Ibrahim, en manos de terroristas islámicos. Se cree que se trata de chechenos que quisieron vengarse de la detención de otros chechenos que perpetraron el atentado de Boston en los EE.UU. Un relevante intelectual libanés, bien relacionado con el Patriarcado maronita, me aseguró que los secuestradores no piden rescate en metálico sino, como han hecho los hombres de El Nosra en Malula, que abjuren de la religión cristiana y abracen el Islam.
Asesinatos, secuestros, saqueos no consiguen unificar la actitud de los cristianos respecto a la guerra siria. El jesuita italiano Pablo de Oglia, que promovió en el monatserio de Mar Musa el diálogo islamo-cristiano, fue expulsado por el gobierno de Damasco por apoyar a los rebeldes. Su libro La rabia y la luz lleva por subtitulo ‘Un sacerdote en la revolución siria’. Ahora se desconoce su paradero tras ser secuestrado por bandas de fanáticos del Islam, en zona rebelde a donde había viajado.
Publicado en La Vanguardia, Barcelona (España) 11 de septiembre de 2013