Benedicto XVI hizo un llamamiento por su liberación en el 2010, y el Papa Francisco recibió a su marido, Ashiq Masih, y a una de sus su hijas, Eisam, en el Vaticano. Esta misma semana, el Parlamento europeo, los gobiernos de Francia, Holanda e Italia mostraron su profunda preocupación por la situación de Bibi y su familia, que se encuentran en paradero secreto por miedo a las amenazas de los radicales islámicos de Pakistán. España, Italia, Francia, entre otros países han ofrecido asilo para esta familia católica paquistaní, víctima de las injusticias contra las minorías religiosas en Pakistán, bajo el amparo de la ley antiblasfemia.
Más de 40 intelectuales franceses, entre los que se encuentra el filósofo Daniel Salvatore Schiffer, firmaron una carta para pedir la liberación de Bibi, días antes de que el gobierno paquistaní la sacara de prisión, bajo la presión de los islamistas que exigen su ejecución.
La absolución y puesta en libertad de Asia confirma dos cosas: que Pakistán debe revisar la pena de muerte por blasfemia y que la sangre de Salman Taseer, un ex gobernador de Punjab, y Shahbaz Bhatti, ex ministro cristiano de minorías -ambos asesinados por defender a Bibi-, no fue derramada en vano.
La primera vez que La Razón entrevistó a Masih, el 11 de noviembre de 2010, él estaba asustado, muy asustado y desconfiaba de la prensa. El esposo de Asia no quería dar a conocer demasiados detalles sobre la condena a muerte de su mujer porque temía las represalias de los islamistas. Sólo habían pasado tres día desde que el juez Iqbal dictó su veredicto y su caso aún no había salido a la luz. Pero después, Masih se dio cuenta que solamente si el caso de su mujer era conocido internacionalmente habría una posibilidad de salvación. Desde entonces, Bibi se convirtió en un ejemplo de lucha y de fe a sus creencias cristianas.
Estando en el corredor de la muerte, Asia declaró: “prefiero morir como cristiana que salir de la prisión siendo musulmana”, en referencia a que el juez que le había condenado a muerte por blasfemia le ofreció su absolución si se convertía al Islam.
Su aspecto débil esconde una inquebrantable fuerza interior que le ha ayudado todos estos años para no caer en el olvido. Bibi ha dado seguirá dando fuerzas a cientos de miles de cristianos en Pakistán. Su caso ha abierto de nuevo el debate sobre la injusta ley contra los cristianos y otras minorías religiosas.
La decisión de la Corte Suprema a favor de Bibi es una prueba de que la ley de la blasfemia “se está utilizando contra las minorías religiosas de Pakistán para ajustar cuentas personales”, denunció a este periódico Samson Salamat, presidente de Rwadari Tehreek (Movimiento Interreligioso para la Tolerancia).
“Bibi ha sido puesta en libertad, pero la parte triste de la historia es que no podrá vivir en su propia patria debido a amenazas contra su vida”, lamentó Salamat .
“La historia no termina aquí, existe un nivel extremo de amenaza para toda la comunidad cristiana de Pakistán. Sus lugares de culto y propiedades están en peligro y, por lo tanto, es necesario que el Estado tome medidas severas contra todos los grupos extremistas que se toman la ley y la justicia por su mano” sentenció Salamat.
Revocar la sentencia de muerte de Asia “es un buen primer paso para revivir los principios sobre los que se fundó Pakistán. No obstante, cultivar un espíritu de libertad religiosa en el país musulmán es mucho más que solo un caso judicial”, comenta a La Razón Asim Awan, un veterano periodista paquistaní. Awan advirtió que la comunidad internacional “deberá vigilar de cerca las próximas semanas y prestar atención a la difícil situación de las minorías en Pakistán” tras la liberación de Bibi. A su juicio, Asia y su familia solo podrán salir del país en secreto. “La mejor manera de avanzar para el gobierno es dejarla salir silenciosamente del país con un acuerdo con el país anfitrión y que todo se mantenga en secreto por un tiempo”.
“¿Cuántas personas más inocentes deberán enfrentar la brutalidad de la prisión?, ¿Cuántas familias más habrán de vivir traumatizadas, cuántas viviendas más tendrán que ser destrozadas, cuántas vidas más inocentes deberán perderse?”, se preguntó el abogado cristiano y amigo de Asia Bibi, Shahzad Kamran.
Fuente: diario La Razón, Madrid, 12 de noviembre de 2018