No obstante, Mason, con 35 años y consumidor de cocaína durante 20 años, fue al pequeño despacho del Reverendo Ken Willis, el capellán de la planta. Durante los meses siguientes, Willis le ayudó a unirse a un programa de rehabilitación de droga, a encontrar un consejero y a acudir a reuniones de Narcóticos Anónimos.
Mason afirma que no ha usado las drogas desde el 21 de agosto, y apoya el programa de capellanías. “Ha salvado mi vida,” dice.
Empresas en todo el país, desde fabricantes de piezas de coche a cadenas de alimentación rápida o a compañías de servicios financieros, están trayendo capellanes al centro de trabajo. En muchas empresas la capellanía se asemeja al modelo militar, que llama a los capellanes para que sirvan a comunidades que son diversas en lo religioso antes de que ellos llegan, no para evangelizar.
“Alguien que nunca ha pensado en esto puede asumir que recen con la gente, pero la mayor parte de su trabajo es escuchar a la gente, ayudándoles con problemas muy humanos, no con discusiones religiosas intensas,” según David Mill, director ejecutivo del Centro para la Fe y la Cultura de la Universidad de Yale y autor del libro “God at Work” (Dios en el trabajo).
La difusión de los programas empresariales de capellanía, especialmente fuera del Cinturón Bíblico en el norte, forma parte de una tendencia cada vez mayor entre las empresas de abrazar la religión en vez de rechazarla, según Mill. Los ejecutivos buscan actualmente modos de construir una compañía que se adhiera a ciertos valores cristianos. Algunas empresas ofrecen a sus empleados musulmanes un lugar y un tiempo para rezar durante el trabajo.
Los capellanes del centro de trabajo tienen generalmente menos costes operativos que el más conocido modelo de programa de ayuda de asesoramiento al empleado. La mayoría de los capellanes también van más allá de tales programas al hacer un poco de pastor local en el centro de trabajo: es la persona que está pendiente para acudir al hospital cuando un empleado ha tenido un accidente de tráfico, o a encontrar casa para la familia si se incendia su hogar, o visitar al pariente de un trabajador que está en la cárcel, e incluso oficia en las bodas y los entierros.
“Estás en el trabajo de 8 a 10 horas al día, de modo que es ahí donde pasas la mayor parte de tu tiempo productivo,” según dice Tim Embry, propietario de American LubeFast, una cadena de establecimientos de cambio de aceite del sudeste. “El trabajo es donde está la gente y donde necesita ser atendida.”
Kim Bobo, director ejecutivo de Interfaith Worker Justice, bufete de abogados para trabajadores de bajo salario, afirma que no tiene náuseas con lo que los capellanes hacen, pero se pregunta qué medidas no toman.
“Cuando uno trabaja en empaquetado de alimentos y aves de corral es desafiante que estás hablando de los lugares que tienen las violaciones más importantes en las leyes laborales”, según la señora Bobo. “Los capellanes no hacen absolutamente nada para desafiar esas leyes y ponerse del lado de los trabajadores, y no pueden porque trabajan para los patrones. Pienso que podrían hacer más para ponerse en un papel de defensor del trabajador.”
Los programas de capellanía son voluntarios y confidenciales -dicen los expertos- y libres para los empleados. No hay estadística sobre el alcance de tales programas, pero el señor Mill estima que de 600 a 700 empresas en los Estados Unidos tienen capellanías, el doble de hace cinco años.
Gil Stricklin, fundador y director la organización no lucrativa Marketplace Chaplains USA (Bolsa de Capellanes USA), en Dallas, dice que su organización firma con más de una nueva compañía cada tres días, lo que se compara con una compañía cada cuatro meses cuando comenzó hace 22 años. Ninguna de las 500 mayores empresas le respondieron hace algunos años; ahora está negociando con una que tiene 175.000 empleados.
A menudo, contratan a los capellanes por las creencias del ejecutivo de una compañía.
“Profesamos ser cristianos y pensamos, idealmente, que esto debe marcar diferencia no solo en cómo vivimos sino también en cómo hacemos negocio,” dice J.M. Herr, consejero delegado de Herr Foods en Nottingham (Pennsylvania) un fabricante de patatas fritas y galletas saladas.
Las compañías que introducen capellanías corren el riesgo de parecer que respaldan una confesión o una religión particular, lo cual podría hacer que muchos empleados se sientan incómodos. Las compañías que se presentan como “amistosas a la fe”, más que basadas en la religión, son capaces de disipar ese malestar con más facilidad, según Mill.
Las compañías adaptan el programa de la capellanía a su cultura. Cardone Industries, una compañía de Filadelfia que suministra piezas de automóvil para la reventa, escoge a sus capellanes, casi todos laicos, de sus empleados. Otras empresas, como American LubeFast y Herr Foods, contratan con una compañía exterior como Marketplace Chaplains la selección de capellanes. Algunos, como Tyson Foods, que comenzó su programa en 1999, tienen sus propios capellanes, 127 en aproximadamente 250 plantas de la compañía de las más de 300 que hay en Norteamérica, según Allen Tyson, el capellán principal de la compañía, que no tiene parentesco con los fundadores de la compañía.
En su mayoría los capellanes de empresa son ministros ordenados, a menudo contratados localmente. Algunos son jubilados, otros tienen iglesias que pastorear, y la mayor parte trabajan a tiempo parcial.
Aunque la mayoría de los capellanes son cristianos, algunos programas tienen imanes y rabinos, especialmente en la industria de productos de salud. Los programas con solo capellanes cristianos los impulsan a construir lazos con los líderes religiosos en las ciudades en donde trabajan. Por ejemplo, en la planta del cerdos de Tyson en Lake Storm, Iowa, que tiene muchos empleados vietnamitas y laosianos, el capellán tiene relaciones con los monjes de un monasterio budista local, según Tyson
Vestido con una red en el cabello y una bata blanca con la inscripción “capellán Ken” bordado en rojo sobre el lado derecho, Ken Willis, de 56 años, recorre casi a diario la planta de 550 trabajadores de la compañía Tyson en Glen Allen, saludando a los trabajadores en la línea de trabajo. Se encuentra con la gente en el descanso. Visita el cambio de turno de noche. Cada semana viaja a un complejo de criadero y de grano a 90 minutos de distancia y se encuentra con gente que captura pollos vivos durante todo el día para enviar a la planta.
Aunque dirige una iglesia local pequeña, Willis está disponible para Tyson todo el tiempo. En sus 18 meses allí, ha predicado en los entierros, ha visitado a empleados en el hospital, ha arreglado la vivienda, los alimentos y los pañales para familias arrojadas por inundaciones de sus hogares, ha ayudado a gente a planificar sencillos presupuestos y a abrir cuentas bancarias. Cuando descubrió que varios empleados no tenían bastante dinero para pagar los alimentos para la cena del día de Acción de gracias, recogió dinero para organizar y entregar cenas de Acción de gracias para ellos.
Los empleados vienen a él porque se sienten incómodos viendo a un consejero o a un trabajador social. Algunos no tienen ninguna iglesia propia. Otros pueden sentirse demasiado desconcertados en sus problemas para ir a sus propios pastores. O puede ser simplemente porque él está allí, a la derecha de la entrada, y queriendo ayudar. “Esa es mi comprensión del papel pastoral,” afirma Willis, después de responder una llamada telefónica de un empleado en el hospital que le pedía que le llevara el cheque de su sueldo. “Trato a todos por igual, y mi esperanza es que verán en mí el amor de Dios.”
Aunque Tyson registra el número de contactos que los capellanes tienen con los empleados, las conversaciones entre los capellanes y los empleados son confidenciales, a menos que el trabajador esté en un peligro inminente para sí mismo o a para otros.
“No estoy aquí convencer a la gente que Tyson es un gran lugar para trabajar,” afirma Willis. “He dicho a uno o dos empleados que quizá sería mejor para ellos si no trabajaron aquí más,” confirma, porque estaban cualificados para trabajos mejor pagados.
El movimiento de mercancías ha disminuido agudamente en Glen Allen, que, como alrededor de la mitad de las plantas de Tyson, está sindicada. Pero no es claro cuánto del declive se puede atribuir al programa de capellanía, dicen los directivos. En Glen Allen, la capellanía parece despertar sentimientos fuertes, pero se centran en Willis. Bunny Hunter habló de cómo el capellán le ayudó a hacer frente a la muerte de su padre, ayudándole a perdonarle antes de morir.
Una mañana, Mary Jones se sentó en el escritorio de Willis gimiendo. Había perdido su coche y estaba a punto de perder su casa, su trabajo y el género de vida que tanto le había costado construir se le iba de las manos. Willis le ayudó a proteger su casa y después encontró gente que le sustituyeron gratuitamente su agujereado tejado.
“Nadie había hecho algo así por mí antes de que él me hubiera ayudado,” dijo ella.
Fuente: New York Times,
Nueva York, 4 de diciembre de 2006