Mientras en Estados Unidos se le prohíbe a una niña llevar un rosario a la escuela por ser un elemento que la podría identificar como perteneciente a una pandilla, en Pakistán otra pequeña es acusada de blasfemia por un error ortográfico.
Mientras en Inglaterra se busca eliminar la referencia histórica de Cristo como centro de la historia tomando como excusa una inexistente ofensa a las demás religiones y a los no creyentes, sustituyendo el antes y después de Cristo por “Era Común” y “antes de la Era Común”, en la India los cristianos del estado de Orissa siguen siendo perseguidos continuamente, según destaca un informe reciente.
Mientras en el Occidente laicista algunos les llaman “ratas”, en el oriente integrista se les cataloga de “cerdos”.
Mientras una mujer de 72 años es denunciada en California, Estados Unidos, por levantar una cruz en su jardín por considerarla una estructura prohibida, en Suiza grupos de musulmanes piden que se quite la cruz de la bandera nacional por no representar con ello la multiculturalidad del país, a pesar de que en muchos de los lugares de origen de estas personas las banderas contienen elementos meramente islámicos y no existe de manera efectiva una separación entre estado y confesión religiosa.
Mientras grandes plataformas de medios de comunicación como Google, Apple, Facebook y Twitter, desarrollan claramente políticas de censura anticristiana, según un informe del National Religious Broadcasters (NRB), de Virginia, Estados Unidos, en Pakistán cada año, cerca de 1.000 niñas cristianas e hindúes son secuestradas y violadas por radicales musulmanes, y muchas veces obligadas al matrimonio islámico o asesinadas bajo la mirada inoperante de quienes tienen a su cargo la justicia y el derecho.
No se puede dejar de mencionar aquí al hombre que fue condenado a muerte en Irán por el hecho de convertirse al cristianismo y cuyo caso fue enviado de nuevo al poder judicial que lo juzgó por el tribunal supremo por considerar que no se investigó suficientemente, o el futbolista que fue detenido en Arabia Saudita por llevar un tatuaje de Cristo.
Qué decir también de la masacre que el mundo presenció en Egipto el pasado 9 de octubre de 2011, en donde, según parece, las fuerzas armadas, encargadas de la “seguridad” se abalanzaron con sus coches blindados contra cristianos coptos que protestaban por la demolición de una iglesia en la provincia de Asuán, al sur del país.
La lista de acontecimientos como los anteriormente citados podría ser interminable y con material nuevo y actualizado todos los días.
¿A qué se debe que aquellas zonas geográficas, que han sido el hogar del cristianismo por muchos siglos, en los que ha dejado un profundo legado humano, histórico y cultural innegable, se estén convirtiendo ahora en tierras inhospitalarias?
Siendo honestos, es difícil hablar de tiempos de sosiego para la fe cristiana. Su historia ha estado sembrada desde sus albores con todo tipo de acosos. Los cristianos parecen haberse convertido en extranjeros incómodos a quienes se puede vilipendiar por ser lo que son y creer en lo que creen.
A pesar de todo este panorama preocupante, el cristianismo sigue arrojando focos de luz allí donde es vivido con autenticidad y valentía.
Lo demuestran los fieles en Pakistán que piden al gobierno que no se condene a muerte al fundamentalista islámico (Mumtaz Qadri) que asesinó a Salman Taseer, gobernador del estado de Pujab y defensor de las minorías religiosas contra la injusta ley de blasfemia en este país. Contrario a lo que podría ser previsible, los cristianos no alegan una justicia disfrazada de venganza pidiendo la muerte del homicida. En estas circunstancias han optado por dar testimonio de la defensa de la vida y su carácter sagrado, incluso si se trata de la vida de un asesino confeso. No está demás mencionar, para darse cuenta del contraste, que los grupos extremistas siguen exigiendo la liberación de Qadri elogiándolo “por matar a un blasfemo”.
Igualmente, es testigo de esta luz el 80% de matrimonios con problemas que los superan después de acudir a la Iglesia, antes de tomar la salida fácil que constituye el divorcio.
Cabe también mencionar las 950.000 personas atendidas en 2010 por la Cáritas en España, de las que el 74% de ellas eran familias o los 400 mil dólares que el Papa donó para paliar la dramática situación que vive hoy día el Cuerno de África.
Hechos sencillos como estos, dejan ver que el cristianismo sigue siendo para el mundo lo que el alma es para el cuerpo. No necesita más apología que ser él mismo, pues tiene un papel insustituible en la historia humana y en la “lucha por el alma del mundo” (cf. Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza).
De igual manera, Benedicto XVI recordaba esta misión a los fieles en Lamezia Terme y Serra San Bruno (Italia) en su viaje apostólico de octubre de 2011: “¡No tengáis miedo de vivir y testimoniar la fe en los varios ámbitos de la sociedad, en las múltiples situaciones de la existencia humana! Tenéis todos los motivos para mostraros fuertes, confiados y valerosos, gracias a la luz de la fe y a la fuerza de la caridad (cf. VIS 09.10.11).
Fuente: Análisis & Actualidad, servicio de 25 de octubre de 2011