Estoy muy sorprendido. Tenemos hoy la sensibilidad a flor de piel en todo lo que roza, aunque sea mínimamente, con la violencia. De ahí que me llame la atención -o me dé que pensar- el que apenas se hable nada en los medios de comunicación acerca de la violencia por motivos religiosos. De la violencia de género religioso. Y más en concreto contra los católicos.
El pasado domingo, la revista 'El Semanal' publicaba un reportaje gráfico sobre la persecución que están sufriendo en buena parte del planeta muchos millones de cristianos católicos. Pudimos ver a hombres, mujeres y niños perseguidos, discriminados, maltratados, asesinados, por el delito tremendo de profesar libremente una confesión religiosa determinada, como es la confesión católica.
¿Quieren saber qué países destacan por esa persecución a los católicos? Pues lo voy a decir y a denunciar de forma bien sencilla y bien clara: bastantes países musulmanes -vean lo que pasa en la India, por ejemplo- y los países de régimen comunista. Entre estos últimos destaca China. ¡Esto es lo que hay!
No es que sean restrictivos en cuanto al derecho a la libertad religiosa, que ya es muy grave y que de todo hay en la viña del Señor. Es que practican una auténtica persecución, sin paliativos.
¿Qué pasaría si en un país de mayoría católica se coartara la libertad religiosa de los musulmanes o de los ateos? Y más en concreto, ¿cómo saltarían todas las alarmas en nuestra televisión pública y en las privadas si aquí, en la democrática España, la Iglesia católica tuviera o aparentara tener el más mínimo gesto, no digo ya de persecución, sino de desprecio hacia los musulmanes? ¿Por qué tanto cinismo y tanta hipocresía? ¿Por qué se establece un doble rasero o una doble vara de medir?
No hace mucho tiempo se nos quiso vender la burra de la Alianza de Civilizaciones. Últimamente está apareciendo en el panorama de proyectos gubernamentales una hipotética Ley de Libertad Religiosa. ¡Bienvenidas sean ambas cosas! ¿Quién va a ser tan necio que se oponga a que las civilizaciones vayan de la mano a ayudar al hombre o a que la libertad religiosa del hombre no se vea coartada por nada ni por nadie? Yo lo único que digo desde este análisis es que si hay café, que haya café para todos.
Debo dejar bien claro que lo que pido es la libertad religiosa para todas las confesiones, la mía y las demás.
Me parece muy bien que aquí en España los musulmanes, los protestantes, los budistas, los judíos, vistan por la calle como quieran, tengan sus lugares de culto, enseñen su religión a sus hijos en las escuelas públicas.
¿Por qué me va a parecer esto mal? Lo que sí pido y exijo a mi gobierno es que haga fuerza a los gobiernos de los países de donde proceden los que vienen aquí para que a los de mi religión en esos países les den el mismo tratamiento que el que aquí damos a los suyos.
No vale la ley del embudo: lo ancho aquí y lo estrecho allí -para los católicos, por descontado -. La Organización de la Conferencia Islámica que, por cierto, engloba a 57 países, no a dos o tres, ha declarado -¡ante la mismísima ONU!- que no reconoce el derecho de los musulmanes a cambiar de religión. Saquen ustedes mismos la conclusión que quieran.
Solicitaba la firma del obispo, o en su defecto la mía, para hacer fuerza, juntamente con otras firmas, al Ayuntamiento de Logroño en orden a conseguir el enterramiento de sus correligionarios a tenor de su cultura, costumbres y religión.
Le dije que me parecía una pretensión justa, laudable y juiciosa. Lo malo vino luego. Yo, a mi vez, le apunté a que él, en prueba de buena voluntad, escribiera un manifiesto a su gobierno solicitando que los curas católicos en ese país no fueran perseguidos por el hecho de llevar alzacuellos por la calle o de llevar la Biblia en la mano o de hablar de religión con algún amigo musulmán. Me salió con que era mejor dejarlo. Y lo dejamos.
Fuente: Diario La Rioja, 11 de enero de 2009