Dentro de unos días habrá nuevo gobierno en España fruto de las elecciones del pasado 20 de noviembre. En la reciente campaña electoral quedó claro que el principal problema al que se deberá enfrentar será la crisis. Dios quiera que, en beneficio de todos, este nuevo gobierno sepa encontrar pronto un remedio eficaz contra este mal.
Pero para encontrar el remedio antes se debe diagnosticar correctamente el mal. Y me temo que en esta tarea han fallado los principales partidos. En efecto, durante estas semanas se ha hablado de la crisis económica, pero pienso que se olvidan de que existe una crisis de valores mucho más grave que la económica.
En una sociedad que desprecia a algunos de sus miembros hasta matarlos en el seno de su madre porque va a nacer con defectos, o aniquila una institución básica como la familia dando carta de ciudadanía a uniones tan contrarias a la naturaleza como el llamado matrimonio homosexual, o impide que los padres ejerzan un derecho humano tan elemental como educar a los hijos en sus propias convicciones, me parece obsceno que los políticos se preocupen de que la prima de riesgo suba cinco décimas.
Sería ingenuo afirmar que si se deroga la ley del aborto vamos a salir de la crisis económica y los parados encontrarán trabajo. Comprendo, además, que la prioridad del próximo gobierno sean los asuntos económicos porque es lo inmediato. Pero es preocupante que los principales partidos ni siquiera mencionen las cuestiones de los valores de la sociedad. Seguramente si preguntamos a un político católico responderá que se debe a que son asuntos que no preocupan a la mayoría de los ciudadanos, por lo que prefieren no sacarlas al debate público porque no atraerán a muchos votantes y a cambio encontrarán mucha oposición. Y probablemente tienen razón.
Pero detrás de esta respuesta se esconde algo aún más preocupante, y es que los valores morales más elementales son impopulares y espantan a los votantes, o al menos les resulta indiferente. Este sí que es un problema grave.
Y parte de la gravedad está en que los cristianos –y tanta gente buena que comparte nuestros valores morales– no hemos sabido llegar a la conciencia de la población. En el momento actual, este un reto enorme para los fieles católicos. La Nueva Evangelización que el Papa está alentando pasa necesariamente por hacer que los valores cristianos estén tan asumidos por la población que ningún partido político pueda prescindir de ellos si quiere ganar unas elecciones. Y esta tarea corresponde a los cristianos. O mejor aún, a los laicos, que son los que tienen el deber de cristianizar las estructuras temporales de la sociedad como recordó el Concilio Vaticano II.
Por lo tanto, ¿qué le pido al próximo gobierno? Le pido que afronte la crisis moral, no solo la económica, y se preocupe de instaurar los valores cristianos. Es una petición que se dirige al próximo gobierno, independientemente de su color político. Pero no le pido que secunde los valores cristianos por ser cristianos, sino por ser naturales y comunes a cualquier hombre. Le pido que escuche las razones de la Iglesia al proponer su moral, no porque sean religiosas sino porque son de derecho natural. También le pido que deje hablar a los católicos, que permita que aporten su punto de vista y no rechacen sus argumentos porque quien los enuncia es un creyente. De paso, les pido a los laicos que asuman su responsabilidad en la tarea de recristianizar la sociedad, que no dejen este cometido a los sacerdotes o los obispos.