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El laicismo radical pretende imponer una filosofía beligerante contra el factor religioso

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El Aula Arrupe de la Cátedra Pedro Arrupe ofreció este jueves 26 de abril de 2007 una conferencia impartida por el el profesor Rafael Navarro Valls titulada Los Estados frente a las Iglesias: de la laicidad al laicismo, organizada con motivo de la Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal Española Orientaciones morales ante la situación actual en España. Rafael Navarro-Valls, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de Jurisprudencia, señaló que la característica más sorprendente del nuevo laicismo radical es su tendencia a sustituir la vieja teocracia por ideocracias.

Explicó que "estas son especies de religiones incompletas , sin Dios y sin vida después de la muerte, pero que quieren ocupar en las almas de los ciudadanos el lugar de una fe que entienden desaparecida o en trance de serlo". De ahí, señaló, los intentos , por ejemplo, de diseñar unas "Navidades laicas" o en sustituir las celebraciones cristianas (bautismo, primeras comuniones, matrimonios etc.) por celebraciones "civiles" . "Su objetivo es desencadenar un proceso de nuevo fundamentalismo, esta vez orientado a una purificación social, que arroja los valores morales o religiosos fuera del ámbito de lo público”, aseguró.

La verdadera laicidad es algo positivo

La verdadera laicidad es algo positivo, explicó el profesor Navarro Vals, de ahí su belleza, que garantiza un espacio de neutralidad en el que germina el principio de libertad religiosa y de libertad de conciencia. "El laicismo radical, al contrario, es un simple instrumento diseñado para imponer una filosofía beligerante contra el factor religioso por la vía legislativa", afirmó.

Ante este hecho, explicó que es un error de cálculo del laicismo pensar que la religión está hoy out y el agnosticismo in. Fue el mismo error en que los analistas cayeron respecto a los países del Este, antes de la caída del muro. La verdad es que en el siglo XX los movimientos religiosos ayudaron a poner fin al gobierno colonial y contribuyeron a la llegada de la democracia en muchos países del Tercer Mundo . La religión movilizó millones de personas que se opusieron a regímenes autoritarios y apoyaron pacíficas transiciones democráticas. Sin olvidar su verdadera función en política que, como se ha dicho, es "convencer a los que tienen el poder de que están aquí hoy y no lo estarán mañana, y que son responsables ante los de abajo y también ante El de arriba".

Tras esta explicación se refirió a las arremetidas del laicismo y dijo que éstas tienen además un efecto negativo en el tejido social, que comienza a debilitarse con el chantaje de lo políticamente” correcto. Así, señaló, uno de esos efectos es que entre las personas religiosas comienza a insinuarse lo que se ha llamado el antimercantilismo moral. Es decir, una especie de temor, por parte de las Iglesias y sus adeptos, a entrar en el juego de la libre concurrencia de las ideas y los valores morales. Miedo que esconde una desesperanza con respecto a la fuerza atractiva de lo que cada uno tiene por bueno.

Al convertirse en una premisa del Estado o, mejor, del aparato ideológico que lo soporta, la idea de que sólo es presentable en la sociedad una religiosidad light, dispuesta a transigir en sus creencias, las personas que mantienen convicciones religiosas profundamente arraigadas inmediatamente son marcadas con la sospecha de la intolerancia, es decir, con el estigma de un latente peligro social. Sospecha que les lleva con demasiada frecuencia a esa posición, que Tocqueville llamaba la enfermedad del absentismo, por la que el hombre se repliega sobre sí mismo encerrándose en su torre de marfil, ajeno e indiferente a las ambiciones, incertidumbres y perplejidades de sus contemporáneos, mientras la gran sociedad sigue su curso. De este modo, explicó, los ciudadanos sólidamente religiosos que podrían aportar muchas cosas al torrente circulatorio de la sociedad quedan marginados de la vida política y social.

Después hizo referencia a Michael Burleigh, y dijo que no deja de tener razón cuando, después de estudiar rigurosamente el fenómeno, concluye que : "Dado que en la historia del laicismo europeo hay periodos oscuros, incluido un genocidio cometido en nombre de la Razón, quizá las personas religiosas deberían mostrarse menos a la defensiva de lo que suelen frente a los ataques de algunos laicistas radicales".

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