Parece que a la actual ministra española de Defensa, Margarita Robles, le han venido repentinos escrúpulos por la falta neutralidad del Estado. Al acercarse la Semana Santa su gabinete ha anunciado que no dará la orden de que la bandera nacional ondee a media asta en el ministerio y en las delegaciones territoriales durante la tarde del jueves y el viernes y el sábado, como se solía hacer.
¿El motivo? Aunque no lo han dicho, ya suponemos que es promover la neutralidad del Estado. En junio, al poco de llegar a su cargo, adelantó cuál sería su política en este campo: «la escenificación religiosa no procede en los actos institucionales y políticos. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No mezclemos lo que entra en el ámbito religioso con lo público». Hay que constatar, por cierto, que su laicismo no llega a evitar las citas bíblicas.
Lo que no se entiende es que esta neutralidad tenga límites. Por ejemplo, y sin abandonar el campo de los mástiles, todos hemos vista muchas banderas arco iris en ayuntamientos y organismos públicos cuando se acerca el día del orgullo gay. O peor aún, en muchas ciudades se pintan pasos de peatones con todos los colores de modo claramente ilegal, pues el artículo 168 del Reglamento General de Circulación indica que para estos pasos “no podrán utilizarse líneas de otros colores que alternen con las blancas”.
Alguno podrá objetar que el detalle de no bajar la bandera hasta la media asta es un agravio poco importante, y estoy de acuerdo en que hay peores ofensas, pero sería bueno que al menos sean coherentes con sus propios argumentos. Si quieren ser neutrales, que lo sean en todo.