El cristianismo fue oficializado en Ucrania en el año 988 durante el principado de San Vladimir el Grande que trajo el rito desde Bizancio, antigua capital del Imperio Romano de Oriente. Por eso se lo denomina rito bizantino-ucranio-católico. Cuando el Ejército Rojo dominó el país en 1922, se inició un período de terribles persecuciones que provocaron un verdadero genocidio del que poco o nada se habla
En el año 1054 se produjo el cisma entre las iglesias de Oriente, con sede en Bizancio y la católica de Ucrania, fiel a Roma. Como dice Mons. Efraín B. Krevey1, Eparca de los ucranianos en Brasil, hasta 1054 no había diferencias en Ucrania. Todos eran católicos con dos ritos diferentes, el latino y el oriental, pero a partir de entonces surgió una Iglesia ortodoxa rusa cismática, apartada de Roma y, por consiguiente, del Santo Padre.
Por esos años, la iglesia católica ucrania se expandió notablemente por el país aunque sufriendo persecuciones de los gobiernos rusos.
Hambre, muerte y destrucción
La persecución se agravó terriblemente a partir de la revolución comunista de 1917, primero bajo la dictadura proletaria de Lenín y después bajo la feroz tiranía de Stalin, que se extendió de 1929 a 1953. Ucrania, que había sido conquistada por la Rusia zarista en el siglo XVIII, obtuvo su independencia en 1918, pero en 1922 Lenín ordenó su conquista, lanzando sobre ella al cruel y despiadado Ejército Rojo.
La era de Stalin trajo las grandes hambrunas y matanzas, la primera en 1924 y la segunda entre 1932 y 1933, siniestra etapa de la historia ucrania conocida por el nombre de Holodomor, es decir, el Apocalipsis del hambre. Todo el grano, toda la producción y todo el ganado fue retirado por el gobierno ruso, sumiendo al país, conocido como “El granero de Europa”, en la inanición más espantosa.
Pueblos diezmados, poblaciones aniquiladas
El interior fenecía; pueblos enteros morían y la gente, desesperada, llegó a comer cortezas de árboles, arbustos y cuero. El genocidio más espantoso del que se tenga memoria y del que nadie habla, hundía a la región más rica del continente en el infierno más despiadado. Según palabras de un campesino: “Los rusos iban de casa en casa llevándose toda la comida que encontraban. Comenzaban por los granos, la harina, las remolachas, papas o habas que la gente guardaba en sus casas o sótanos. Pero sin confiar en la gente, registraban todo, cavaban en el piso, hurgaban en las paredes y en los hornos, destrozándolos a menudo. Así corrían de casa en casa quitándonos todo lo que pudiera ser comestible”.
Desesperados por salvar a sus hijos los padres los obligaban a abandonar el hogar; las madres los arrojaban dentro de los trenes que partían hacia la capital y en las calles de las ciudades aparecían cadáveres de campesinos que intentaban encontrar alimentos.
Situación extrema
Como era de esperar, la gente, desesperada, recurrió al canibalismo. En vista de lo que ocurría, el partido comunista ucraniano reaccionó solicitando a Moscú alimentos pero Stalin, enfurecido, contestó que estaban intentando boicotear el éxito del plan quinquenal: “La lucha por el pan, es la lucha por el socialismo” vociferó en un discurso mientras Viacheslav Molotov, ministro de Relaciones Exteriores, reclutaba familias de campesinos rusos para ocupar los diezmados pueblos de Ucrania.
Por último, el mismo Pavel Postyshev, secretario general del Partido Comunista Ucraniano, hasta ese momento incondicional de la política de Stalin, fue destituido (bajo la acusación de que en su gabinete participaba un trotskista) arrestado y posteriormente fusilado.
La mentira al servicio del poder
Todo este horror fue avalado por el periodista inglés Walter Duranty, ganador del premio Pulitzer, falaz y mentiroso apologista de Stalin, quien llegó a publicar en el “New York Times” que tras un viaje en automóvil de 200 millas a través de Ucrania había podido observar que “la cosecha es espléndida y todo lo que se diga acerca de la hambruna es ridículo” (¡!)
Recrudecen las persecuciones
A partir de 1939 la persecución comunista se hizo mucho más sangrienta. Entre 1940 y 1941 y en 1946 una parodia de sínodo devastó a la Iglesia Católica ucraniana con la supresión de obispos y sacerdotes. A partir de aquel último año, hasta 1956, religiosos y laicos fueron forzados a abjurar de su fe para pasarse a la ortodoxia rusa. Los templos se cerraron y con ellos, escuelas y demás instituciones. Los religiosos fueron a prisión o enviados a campos de concentración en Siberia y a otros se los destinó a trabajos forzados en Kazajstán. Entre los primeros estuvo el célebre Cardenal Josyf Slipyj quien pasó dieciocho años prisionero en un campo de concentración de Siberia, donde sufrió todo tipo de torturas, pero su indomable integridad fue un inigualable ejemplo para los católicos resistentes a la barbarie comunista. Al fallecer, el 7 de septiembre de 1984, el pueblo ucraniano lo reconoció como su gran héroe nacional.
La Iglesia del Silencio
Con el martirio de los obispos comenzaron los tiempos de la Iglesia del Silencio y de las catacumbas, especialmente en Galitzia, región compartida con Polonia, de la que es capital la ciudad de Lvov, el área más castigada por los rusos, con un 95% de población católica. Los sacerdotes comenzaron a ser ordenados y consagrados en secreto por el Cardenal Slipyj y el obispo Mons. Volotender Stervilk, que vivió años escondido en diversas aldeas.
Esos religiosos ejercieron su ministerio desde la clandestinidad, socorriendo a los afligidos, administrando los sacramentos, confesando a los pecadores y celebrando Misa en casas particulares. Sin embargo, no podían estar presentes en los entierros porque toda ceremonia pública estaba prohibida.
Lo peor se vivió, como se ha dicho, en tiempos de Stalin cuando cerca de ocho millones de campesinos ucranianos fueron masacrados para imponer la Reforma Agraria, cifras que otros analistas elevan a diez millones. Primero se confiscaron las tierras, después la propiedad, luego los animales y finalmente la producción.
El resurgir de la Iglesia Católica
Esa angustiante situación se prolongó hasta 1991 cuando la Cortina de Hierro cayó y la Iglesia Católica fue liberada, reabriéndose sus templos. Fue, según el Obispo Kreyev, una de las etapas más felices y gloriosas de la historia del país, denominada “Resurrección de la Iglesia Católica en Ucrania”.
Hasta ese momento, la castigada nación desconocía la propiedad privada y la libertad y tanto los bancos como las firmas comerciales más importantes se hallaban en poder de los rusos o de los obsecuentes miembros del Partido Comunista. Los habitantes de la tierra más rica de lo que fuera el implacable Imperio Soviético, se hallaban sumidos en la más dura miseria y la educación sometida a la influencia partidista, debiendo maestros y profesores inculcar la doctrina marxista en el alumnado. Todo aquel que se resistía era encarcelado, deportado o directamente pasado por las armas. Los padres debían entregar sus hijos al Estado para que éste modelase mentes y espíritus a su antojo, convirtiéndolos en autómatas sin sentimiento, al servicio del régimen.
Documentos esclarecedores
Recientemente fueron presentados concluyentes documentos históricos en el IV Foro Mundial Ucranianio, celebrado entre el 18 y el 20 de agosto de 2005, en un primer volumen titulado Liquidación de la UGCC: 1939-1946, del que es autor el director del Centro de Estudios Ucranios de la Universidad Nacional “Taras Shevchenbko” de Kiev, Volodymyr Serhijchuk2.
Esos documentos, la mayor parte de los cuales llegan al mundo académico por primera vez, permiten conocer la verdad de la sistemática liquidación de la Iglesia ucrania de rito greco-bizantino unida a Roma, llamada despectivamente por los ortodoxos, “uniata”.
En el prólogo de la obra, el autor señala la importancia de su publicación: “La paradoja de hoy es que parte de nuestra sociedad no quiere darse cuenta de la amarga verdad del ayer de nuestra nación, para no tener que abandonar estereotipos impuestos por la ideología comunista, estereotipos que han llegado a ser habituales y parte de la vida cotidiana”.
Considera, además, que quienes no creen en los hechos ocurridos en Ucrania son los que se dejan influir por aquellos que estuvieron implicados en crímenes horribles.“Los que tienen hoy la responsabilidad de decir la verdad, deben hacerlo”, advierte refiriéndose a los empleados del Archivo Estatal del Servicio de Seguridad de Ucrania.“Ellos tienen acceso a los documentos más secretos del pasado, a la evidencia del totalitarismo que revela la verdad a nuestra nación, al mundo entero y a quienes no creen cuán brutales fueron los crímenes del sistema comunista”, subraya.
Por su parte el cardenal Lubomyr Husar, arzobispo mayor de Kiev-Halic y cabeza de la Iglesia Greco Católica, reflexiona: “Por muchas décadas el régimen comunista intentó liquidar o subyugar a la Iglesia greco-católica ucrania, y a otras Iglesias cristianas. Hoy, con el acceso a los documentos, al menos a los documentos oficiales de la Unión Soviética y de sus distintos órganos, aprendemos cómo y para qué se organizó todo aquello. En una palabra, descubrimos las raíces de ese proceso”.
En otro comentario efectuado a través de su secretaría de prensa, el prelado agrega: “Todos sabían que desde un principio el comunismo trató negativamente a la religión”, pues ésta “recuerda a la gente su dignidad humana y su ansia de libertad. Así que era necesario destruir la religión y la Iglesia. Esto se hizo sistemáticamente. Es lo que se deduce de los documentos”.
Renace la esperanza
La iglesia ucranio católica oriental es la más grande y numerosa de todo Oriente, mucho más pujante, inclusive, que la ortodoxa. Con la caída de la Cortina de Hierro surgieron paralelamente una serie de desafíos a los que tuvo que enfrentarse con verdadera decisión, el principal, la recuperación de su gran país y su pueblo valeroso, erradicando la retrógrada mentalidad implantada en la mente y en los corazones de su pueblo, por el nefasto régimen soviético, responsable de atroces crímenes de los que Nuestra Señora de Fátima advirtió a la humanidad en 1917 asegurando finalmente, que su Inmaculado Corazón acabaría por triunfar.
Noticia relacionada: Documentada la persecución de los católicos en Ucrania.
Fuente: Cruzada Reparadora del Santo Rosario.