Publicado un libro que recuerda la persecución que sufrieron los católicos de Ucrania durante parte del periodo de la Unión Soviética
No sólo memoria histórica, sino una advertencia para las generaciones presentes y futuras: es cuanto pretende la publicación, en Ucrania, del primer volumen de la colección de documentos históricos titulado «Liquidación de la IGCU: 1934-1946» [IGCU: Iglesia greco-católica ucraniana]. La compilación de tales documentos ha corrido a cargo del doctor en Historia Volodymyr Serhijchuk, director del Centro de Estudios Ucranianos de la Universidad Nacional Taras Shevchenko de Kiev. El libro se presentó durante el IV Forum Mundial de Ucranianos, celebrado en la capital del país del 18 al 20 de agosto.
Los documentos que se ofrecen, la mayoría de los cuales irrumpen en el mundo académico por primera vez, permiten conocer la verdad de la liquidación de la Unión de Brest, según recoge el secretariado de prensa del cabeza de la Iglesia greco-católica de Ucrania.
En 1595 en la ciudad de Brest se llevó a cabo la unión entre los obispos de la Metropolía de la Rus' de Kiev y la Santa Sede. Se restablecía así la plena comunión de muchos cristianos de Ucrania con la Sede de Roma. Actualmente pertenecen a la Iglesia greco-católica de Ucrania quizá un tercio de los ciudadanos de esta República.
El reciente volumen aporta ahora los datos sobre el camino de supresión de la Unión de Brest, una perspectiva detallada del proceso de la llamada «re-unión» de la Iglesia greco-católica ucraniana con la Iglesia ortodoxa rusa a través de la creación «voluntaria» de un grupo inicial formado por sacerdotes amenazados por el terror soviético tras la detención del metropolita Josyf Slipyj y todos los obispos.
Apunta Serhijchuk, en la introducción de esta colección de documentos, la importancia de la publicación: «La paradoja de hoy es que parte de nuestra sociedad no quiere darse cuenta de la amarga verdad del ayer de nuestra nación, para no tener que abandonar estereotipos impuestos por la ideología comunista, estereotipos que han llegado a ser habituales y parte de la vida cotidiana». Y es que considera que cuantos no quieren creer en la verdad sobre Ucrania se dejan influir más por los que estuvieron implicados en crímenes horribles. Y si estos últimos ya no viven, «los que tienen hoy la responsabilidad de decir la verdad, deben hacerlo», advierte el historiador señalando a los empleados del Archivo Estatal del Servicio de Seguridad de Ucrania.
«Ellos tienen acceso a los documentos más secretos del pasado, a la evidencia del totalitarismo que revela la verdad a nuestra nación y al mundo entero, y a quienes no creen cuán brutales fueron los crímenes del sistema comunista», subraya. «Por muchas décadas el régimen comunista intentó liquidar o subyugar a la Iglesia greco-católica ucraniana, así como a otras Iglesias cristianas. Hoy, al tener acceso a los documentos, al menos a los documentos oficiales de la Unión Soviética y de sus distintos órganos, aprendemos cómo y para qué se organizó todo aquello. En una palabra, descubrimos las raíces de ese proceso», reflexiona por su parte el cardenal Lubomyr Husar, arzobispo mayor de Kiev-Halic de los ucranianos. Este Obispo es cabeza de la Iglesia greco-católica de Ucrania.
En un comentario a través de su secretariado de prensa acerca de la publicación del libro, el purpurado apunta: «Todos sabían que desde el inicio el comunismo trató negativamente a la religión», pues ésta «recuerda a la gente su dignidad humana y libertad. Así que era necesario destruir la religión y la Iglesia. Esto se hizo sistemáticamente. Es lo que se deduce de los documentos». «Por supuesto estos documentos, como otros, deben ser tratados cuidadosa y reflexivamente, desde el punto de vista de su estudio, tomando en consideración las circunstancias, autores y resultados de tales documentos», recalca el cardenal.
«Con todo, este material es una fuente importante de conocimiento del horrible programa, del que fueron víctimas millones de personas», concluye.
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