Al recibir por primera vez en visita oficial al nuevo presidente de Italia, Giorgio Napolitano, Benedicto XVI recalcó este lunes que la auténtica libertad religiosa no es simple ausencia de violencia contra los creyentes.
Según explicó el Papa a su huésped, quien llegó al Vaticano acompañado por su esposa y por una representación gubernamental del más alto nivel, la dimensión religiosa también tiene una dimensión pública que debe ser garantizada.
«La Iglesia y el Estado, si bien son plenamente distintos, están llamados, según su respectiva misión y con sus propios objetivos y medios, a servir al hombre, que es al mismo tiempo destinatario y partícipe de la misión salvífica de la Iglesia y ciudadano del Estado», comenzó aclarando. Tras destacar que la solicitud de la comunidad civil por el bien de los ciudadanos "no se puede limitar a la salud física, el bienestar económico, la formación intelectual o las relaciones sociales", el Santo Padre subrayó que "el ser humano se presenta frente al Estado también con su dimensión religiosa, que consiste, sobre todo, en los actos internos voluntarios y libres, por los que el hombre se relaciona directamente a Dios», afirmó, citando la declaración «Dignitatis Humanae» (n. 3) del Concilio Vaticano II.
«Actos de este género no pueden ser mandados ni prohibidos por una potestad meramente humana», añadió, «que por el contrario está llamada a respetar y promover esta dimensión».
Para el Papa sería un error «considerar que se garantice suficientemente el derecho a la libertad religiosa cuando no se ejerce violencia o se interviene sobre las condiciones personales, o se limita a respetar la manifestación de la fe en los lugares de culto».
«No hay que olvidar que la misma naturaleza social del hombre exige que éste manifieste externamente los actos internos de religión, que se comunique con otros en materia religiosa, que profese su religión de forma comunitaria», afirmó.
«La libertad religiosa es, por tanto, no sólo un derecho de la persona, sino también de la familia, de de los grupos religiosos y de la misma Iglesia», indicó en el discurso que pronunció ante Napolitano.
«Un adecuado respeto del derecho a la libertad religiosa implica, por tanto, el compromiso de la autoridad civil por facilitar las condiciones propicias que favorezcan la vida religiosa, para que los ciudadanos puedan ejercer efectivamente los derechos de la religión y cumplir sus deberes, y la misma sociedad goce así de los bienes de la justicia y de la paz que dimanan de la fidelidad de los hombres para con Dios y para con su santa voluntad», subrayó.
«La libertad que la Iglesia y los cristianos reivindican no perjudica los intereses del Estado o de otros grupos sociales y no busca una supremacía autoritaria sobre los mismos -concluyó-, es más bien la condición para que se pueda cumplir ese precioso servicio que la Iglesia ofrece a Italia y a todo país en el que está presente». Precisó que por su naturaleza y misión "la Iglesia no es y no pretende ser un agente político", sin embargo, "tiene un interés profundo en el bien común de la política".
El Papa hizo hincapié en que "esta aportación específica la ofrecen principalmente los fieles laicos", que "cuando se comprometen con la palabra y con la acción a combatir los grandes desafíos actuales no actúan por su propio interés peculiar o en nombre de principios perceptibles únicamente por quien profesa un determinado credo religioso: lo hacen en el contexto y según las reglas de la convivencia democrática, por el bien de toda la sociedad y en nombre de valores que cada persona de buena voluntad puede compartir".