Mohamed Higazi lleva siete meses en la clandestinidad. Su hija, que nacó en enero, ya conoce lo que es el miedo, cambiar de dirección cada semana y vivir con una doble identidad. Su crimen, sin embargo, parece una broma en un país que supuestamente reconoce la libertad religiosa como es Egipto: convertirse al cristianismo.
Desde el pasado agosto, cuando pasó a ser el primer cristiano converso en demandar al aparato del Estado por no querer reconocer su nueva fe, la vida de Mohamed Higazi no puede llamarse vida. Buscado por la Policía y amenazado de muerte por los fundamentalistas, este egipcio de 25 años vive en una constante pesadilla.
Higazi nació en el seno de una familia profundamente musulmana y, tal como manda la ley egipcia, fue inscrito con la religión de su padre. La confesión religiosa, como el nombre o la fecha de nacimiento, son datos obligatorios en el carné de identidad egipcio, que acompaña a la persona durante toda su vida. Las conversiones no esán reconocidas oficialmente. A no ser, como advierten la mayoríaa de abogados especializados en derechos humanos en Egipto, que sean al islam, la confesón mayoritaria.
Pero Higazi, inconformista e inquieto, comenzó a estudiar otras religiones desde su adolescencia. Su interés por el cristianismo se despertó a los 16 años, y a los 21 fue bautizado en secreto. Durante varios años practicó su nueva fe en la clandestinidad. Sin embargo, cuando se casó (su esposa también es conversa) y ambos supieron que esperaban una niña, Higazi decidió que no quería que tuviera que vivir el mismo calvario.
Desde que interpuso su demanda, varios abogados han tenido que abandonar su causa por las presiones de una sociedad conservadora y tras haber recibido amenazas de muerte. Hace tres semanas, un tribunal cairota desestimaba su denuncia "por la imposibilidad de convertirse a una religión más antigua (que el islam)".
Su caso se ha convertido en un símbolo en Egipto para todos aquellos que luchan por la libertad de creencia en un país musulmán. "Si mi padre me encuentra me matará con sus propias manos", relató desesperado Higazi, o Bishoy, el nombre cristiano por el que prefiere ser conocido, a la agencia Efe en una conversacón telefónica. Pese a todo, este hombre, un héroe para algunos y para otros un apóstata cuya sangre debe ser derramada, no se da por vencido. Higazi piensa recurrir la sentencia y no descarta llegar a instancias internacionales. Mientras tanto, su sueño es "encontrar un lugar seguro para mi mujer y para mi niña".
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Fuente: Diario Abc, Madrid 19 de febrero de 2008