Durante unos tres años, la comunidad caldea (católica) de Mosul estuvo pagando a radicales sunníes que amenazaban con matarlos a todos. Entre otros, el arzobispo Paulos Faraj Rahho recogía el dinero y lo entregaba a un hombre que decía ser representante de Al Qaeda. Hasta que el pasado invierno mejoró la seguridad en la zona de Mosul con la llegada de refuerzos norteamericanos, y la red de extorsión comenzó a deshacerse. Entonces el arzobispo dejó de pagar, y en unas declaraciones emitidas por televisión denunció el chantaje y dijo que todos deberían hacer como él. Por eso, según creen las autoridades iraquíes y norteamericanas, el 29 de febrero fue secuestrado. Dos semanas más tarde fue descubierto su cadáver en las afueras de Mosul. Se sospecha que Mons. Rahho, que era diabético, murió durante el cautiverio por falta de medicación.
La extorsión, que tuvo su máximo entre 2005 y 2007, alcanzó a gran parte de los cristianos iraquíes. Los chantajistas la llamaban jizya, el impuesto de capitación al que desde los tiempos de Mahoma los dominadores musulmanes han sometido a los súbditos judíos o cristianos. La cuota exigida era de hasta el equivalente de varios cientos de dólares mensuales por cada miembro varón de la familia. Muchos cristianos han perdido sus ahorros o han tenido que endeudarse para pagar. También los judíos iraquíes han sido víctimas de la extorsión.
Un sacerdote ortodoxo de Mosul, citado por el International Herald Tribune, dice que para proteger a sus fieles tuvo que reunir y pagar el equivalente de 8.000 dólares durante tres años. “Todos pagamos –recuerda–. Teníamos miedo”.
Otro procedimiento de extorsión era secuestrar sacerdotes. El rescate, que por lo general pagaban los feligreses, podía ascender a 150.000 dólares.
Los cristianos iraquíes dicen haber sido abandonados por las fuerzas norteamericanas, que no les han dado la protección que necesitaban por temor a parecer que les dispensaban un trato de favor. Una queja similar tienen contra los kurdos los que viven en zonas controladas por estos.
Todo esto ha provocado una fuerte reducción de la población cristiana en el país, más que por los asesinatos –que han sido al menos varios centenares–, por la emigración. Antes de la invasión norteamericana, los cristianos iraquíes eran 1,3 millones; hoy quedan unos 700.000.
Fuente: Agencia Aceprensa, 27 de junio de 2008